Mi cabreo inicial, al darme cuenta de que me la habían vuelto a liar en el aeropuerto, me hizo gritar enfurecidamente "¡Joder, esta no es mi maleta!", pero ese mosqueo fue radicalmente convertido en gratísima y alucinante sorpresa en el momento en el que abrí la cremallera. Lógicamente cambié de opinión en un abrir y cerrar de ojos: "¡Joder, Esta sí es mi maleta!"
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