Sabía a lo que me arriesgaba, sin embargo me lancé. Entré en el despacho de mi jefa y dije:
- Quiero follarte.
Hubo
un silencio que por un momento pensé se trataba de la fabricación de mi
despido. En cambio, ella se levantó de la silla y me besó, ¡con toda la pasión!
Apoyó su culo al borde la mesa y entre ambos bajamos sus braguitas.
Lo que vino después fue algo increíble, lo que siempre había soñado: Adentrarme entre sus piernas y comerme a mi jefa.
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